Tras el diagnóstico, mi cuerpo y, sobre todo, mi mente, se
quedaron sin energía…
El apocalipsis llegó a mi mundo, no me lo podía creer… no me
podía estar pasando a mí, qué había hecho yo para merecer eso… En esos momentos,
ni mi cuerpo (por el brote y el cansancio propio de la enfermedad que
acarreaba) ni mi mente (que no se lo acababa de creer y menos todavía pensaba
que podría llegar a asumirlo) podían coordinar como normalmente deberían
hacerlo. Era pues, aquello, un auténtico cataclismo.
No llegué a caer hasta el fondo, pero me vi totalmente
hundida (siempre, y, no sé el por qué, dejo guardado en la recámara de mi vida,
un poquito más de fuerzas para seguir luchando y no conseguir tocar ese fondo,
que de cerca lo vi tantas veces, siempre hay ese algo, que me impulsa hacia
arriba hasta poder llegar a la superficie y ser capaz de respirar, aunque
solamente sea otro poco más, para recargar pilas); fue entonces cuando me
decidí a ir al psicólogo; decisión por la cual no puedo estar más orgullosa…
Como por la seguridad social me iban a tardar en llamar de
cita a cita a la raya de uno o dos meses, decidí ir por lo privado ya que,
necesitaba ir todas las semanas por un tiempo, hasta que fuera asimilando mi
enfermedad y consiguiendo poco a poco deshacerme de esa NEGACIÓN que impera a
raíz del diagnóstico desde un principio…
Ahí fue donde conocí a mi psicóloga, Rosa; ella me aprendió
a llevar la situación y dirigió mi mundo esclerótico para que mi camino fuera,
dentro de lo que cabe, menos tortuoso… Gracias a ella, conseguí ver las cosas
de diferente manera, gracias a sus palabras, su forma de hablar tan dulce y
a la vez, tan directa; aunque he de
reconocer, que pese a su ayuda, yo no pude ver de otra manera tan distinta a
ahora, la EM ya que, hasta que no me
dijeron que “una” resonancia “al fin” había salido bien, no puede dejar atrás
mi negación… a partir de ese momento, las palabras de Rosa empezaron a hacer
mella real y concienzudamente en mi cabeza (no es que antes no le hiciera caso,
ni mucho menos, desde el momento que empecé con ella, me lo tomaba muy enserio,
pero en mi interior, seguía negando y negando, porque no veía ninguna evolución
positiva en mi enfermedad, al contrario, todo era malo y más malo).
A medida que iba mejorando mi estado anímico, me iban
espaciando más las citas de una a otra y así hasta que fui dejando de ir
(aunque siempre lo tengo en mente, porque sé, que cualquier bajón para nosotros
es muy dañino, entonces yo misma veo cuando necesito hablar con ella, con mi “salvadora
mental” jejeje ). Gracias Rosa, te estaré eternamente agradecida, aunque sé que
es tu trabajo, pero es difícil encontrar un buen profesional y más aún que
congenies con alguien a la primera, y tú lo conseguiste conmigo.
Si me dejáis daros un consejo, ante cualquier problema que
os afecte más de la cuenta, que no veáis salida, sea por enfermedad o por lo
que sea, acudir al psicólogo (no es un “loquero” como antiguamente se decía),
es muy beneficioso para poder afrontar circunstancias de la vida y poder seguir
adelante; eso sí, hay que buscar a alguien con el que se congenie, alguien que
te haga sentir como con cualquier amigo de tu entorno, alguien en que confíes
plenamente y te haga transmitir en palabras lo que realmente piensas, sin
miedos, sin temores al qué dirán… Si no es así, será mejor que busquéis otro
psicólogo, hasta que deis con el adecuado porque sino, no servirá de nada; y no
solamente los profesionales deben cumplir unos requisitos… también nosotros,
por ejemplo y lo más importante, es ir con la verdad por delante, que nunca se
os olvide, porque entonces todos estaremos perdiendo el tiempo…
“EL PESIMISTA ES ALGUIEN QUE SE QUEJA DEL RUIDO, CUANDO LA
SUERTE GOLPEA EN SU PUERTA”
También creo que ir al psicólogo a sacar todo lo que tienes dentro, o en su defecto a alguien cercano que sepa escuchar y te entienda es fundamental. La ayuda que podemos obtener es incalculable
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