Mañana se
cumplen 3 años desde aquel fatídico 14 de Septiembre de 2016 en el que fui
diagnosticada de Esclerosis Múltiple.
Me gustaría
contaros (y sobre todo recordarme a mí misma) que todo al fin, va genial, que
estoy “bien”, pero por desgracia no puede ser así, ese “bien” es a medias…
He pasado
mucho durante estos años, los brotes se sucedían continuamente sin parar; los
tratamientos no servían (hasta que llegó el tercero, Tysabri); los corticoides
me sentaban fatal; fui incapacitada para mi profesión (Auxiliar de Enfermería)
lo cual, es otro impedimento que te hace sentir inútil; la depresión (que llega
con fuerza, pero que, gracias a las terapias con mi psicóloga, conseguimos superar);
los miedos; el dolor (todo mi lado derecho se resiente a causa del dolor
neuropático). Todo ello, era una bomba de relojería para mi cuerpo y mi mente…
La
aceptación de la enfermedad, fue algo que me costó mucho superar y hacerme a la
idea de que esto… era de por vida, pero que podía convivir con “ella”. Sudores
y lágrimas para lograrlo… como se suele decir.
Y después de
tantos altibajos en esta “montaña rusa que es la EM” (tengo un post escrito en
mi blog, en el que hablo sobre ello: "Toda una vida en la montaña rusa"), llegué a la cima, en donde me sentí
libre, tranquila y recuperada… El Tysabri había frenado la actividad de la
Esclerosis Múltiple, los brotes se habían parado… Fueron unos meses
espectaculares en los que casi logro olvidarme por completo de mi “enemiga”;
pensé que hasta ahí había llegado la batalla, pero no… ¡Qué incrédula fui! Esta
batalla nunca se termina…
Mi
Esclerosis Múltiple ha decidido hacerme como regalo de nuestro tercer
aniversario: un ataque a mi vejiga, por el cual, los especialistas han decidido
que la solución es tener que sondarme a mí misma todos los días para sacar la
orina que se queda retenida dentro de mi vejiga. En otro post, cuando esté
prepara, cuando me haya repuesto de este mazazo os contaré más detalladamente;
ahora, me vais a tener que perdonar, pero, mi mente no asimila lo que se me
vino encima y no tengo ganas de extenderme contando todo lo que acontece.
Ahora, me
toca volver a seguir luchando (aunque en estos momentos me siento sin fuerzas,
se me ha olvidado de dónde las saqué anteriormente…), estoy segura de que ¡¡lo conseguiré!! aunque lo vea
de nuevo todo negro… pero necesito más tiempo; os puedo decir que me siento
peor aún que cuando el diagnóstico, el miedo se a realzado un 100% y mi
positivismo ha descendido hasta lo más hondo de los infiernos. Me paro a pensar
y me digo: ¿por qué? ¿por qué, si hago todo y más por conseguir estar estable
dentro de esta maldita enfermedad? No hay respuesta…
Como dijo
Elisabeth Kübler-Ros:
“No hay nada de malo en expresar nuestro
dolor, pero si nos aferramos a él se convierte en
un castigo que nos imponemos a nosotros
mismos”
Por ello, os
digo y me repito a mí misma:
¡ ¡¡Tenemos que caer todas las veces que
necesitemos, pero nunca dejaremos de
levantarnos!!!